Mal rojo en porcino: una enfermedad reemergente

El mal rojo, o erisipela porcina, es una enfermedad que, a pesar de ser conocida desde que fue aislada por Louis Pasteur en 1882, todavía causa importantes daños en la industria porcina moderna. Está causado por la bacteria Erysipelothrix rhusiopathiae que está presente en todo el mundo y es capaz de producir septicemia en los cerdos y también puede causar infecciones en humanos (tiene riesgo zoonótico).

Importancia sanitaria y económica del mal rojo porcino

La importancia del mal rojo en las explotaciones de porcino es doble: por un lado, se trata de una infección potencialmente zoonótica, especialmente en las personas en íntimo contacto con los cerdos o sus productos (veterinarios, ganaderos y personal de las explotaciones, trabajadores de mataderos, personal de salas de despiece o carniceros). La forma más frecuente se manifiesta en forma de lesiones cutáneas y celulitis que producen manchas enrojecidas muy dolorosas. Aunque la mayoría de las infecciones en las personas no son graves, en ocasiones pueden provocar septicemia y endocarditis que podría ser mortal. Por lo tanto, se trata de un problema de salud pública que no debe pasarse por alto y hay que controlar.

Mal rojo porcino

Por otra parte, los brotes en las explotaciones porcinas producen pérdidas económicas porque, aunque la mortalidad suele ser baja y el tratamiento por lo general es sencillo y los animales afectados responden bien, en ocasiones las tasas de mortalidad son significativas y, además, se ven afectados los índices de conversión de los cerdos en cebo (sobre todo los que tienen fiebre y artritis) ya que dejan de comer durante un tiempo. Por otra parte, se deben tener en cuenta las pérdidas de gestación en forma de abortos o nacidos muertos, añadido a los decomisos de canales en los mataderos.

En resumen, las causas de pérdidas económicas debidas al mal rojo se podrían enumerar así:

  • Aumento del número de cerdas que retornan al celo después de la monta (reabsorciones embrionarias).
  • Aumento de los números de abortos.
  • Aumento de la tasa de reposición de reproductoras.
  • Aumento de la morbilidad y mortalidad de los lechones y cerdos de otras edades.
  • Lotes de cebo de crecimiento irregular.
  • Retrasos en el crecimiento en lotes de cebo.
  • Aumento de los tiempos al sacrificio.
  • Mortalidad variable (0,5-2 %).
  • Decomiso de canales en el matadero (1-45 % según la gravedad de los brotes; en España suponen el 0,002 % según un estudio de 2017 aunque puede variar si aumentan los brotes).

Los brotes suelen ser estacionales y aparecen con más frecuencia en verano o al final de la primavera, aunque también se producen durante los otoños muy lluviosos. En las explotaciones de cerdo ibérico es muy frecuente que se den al comienzo de la montanera.

Una actualización sobre el mal rojo

Esta enfermedad se ha considerado como una de las que menos impacto producía en las explotaciones de porcino durante las últimas décadas, aunque nunca se le ha dejado de prestar atención. Sin embargo, en los últimos años se está empezando a considerar como enfermedad reemergente debido a varios factores, entre ellos los cambios en las condiciones climáticas, que hacen que las alteraciones en las temperaturas y el estrés por calor en ciertas áreas afecten a los cerdos y los hagan más sensibles a las infecciones. Algunos autores también han achacado el aumento de incidencia del mal rojo a los cambios en las condiciones de normativa relativas al bienestar animal y al aumento de las explotaciones ecológicas que emplean sistemas de producción al aire libre (probablemente por un aumento de contacto con la fauna silvestre que puede ser portadora del agente patógeno y por el aumento a la exposición a parásitos).

Por otra parte, el problema global creciente de las resistencias a los antimicrobianos hace que el uso de los antibióticos cada vez esté más restringido y la opción de su empleo como única alternativa de tratamiento o incluso de prevención cada vez es menos factible, por lo que se debe optar por medidas preventivas enfocadas a un buen manejo de las instalaciones, minimizar el estrés de los animales, aplicar estrictas medidas de bioseguridad, asegurar el bienestar animal desde todos sus ángulos, y aplicar buenas pautas de vacunación.

La enfermedad y su tratamiento

El mal rojo está causado por la infección por la bacteria Erysipelothrix rhusiopathiae. Se trata de un bacilo grampositivo que puede tener forma de V o X, o en ocasiones espiral. Es inmóvil, no produce esporas y es muy resistente a las altas y bajas temperaturas, a la desecación, y sobrevive muy bien en presencia de materia orgánica.

Se ha descrito que los serotipos 1a, 1b y 2 son los que tienen mayor distribución en la población porcina y probablemente los que tienen mayor importancia a nivel mundial, aunque existen diferencias geográficas, pero son los más prevalentes en Europa, causan la mayor parte de los brotes de campo.

El cerdo doméstico es el principal reservorio de Erysipelothrix rhusiopathiae. La infección tiene distribución mundial y es ubicua, y se calcula que entre el 30 % y el 50 % de los cerdos albergan la bacteria en sus tejidos linfoides, sobre todo las tonsilas, sin sufrir enfermedad clínica. Después las excretan a través de sus secreciones nasales o las heces y suponen una fuente de contaminación para el entorno y otros cerdos que pueden infectarse.

La bacteria penetra en un cerdo cuando entra en contacto con las secreciones infecciosas procedentes de otro cerdo, o con material contaminado del entorno. Los cerdos menores de 3 meses de edad (debido a que todavía están protegidos por la inmunidad procedente del calostro) y los cerdos mayores de 3 años (que han podido estar expuestos previamente a la bacteria y ya tienen cierto grado de inmunidad) son los que menos suelen afectarse.

Después de la infección se pueden desarrollar tres formas de la enfermedad. La forma aguda es la forma septicémica, aparece en forma de brotes y suelen morir varios animales. Los síntomas más habituales son abortos, fiebre alta, depresión y anorexia, inflamación de las articulaciones, alteraciones de la coagulación y aparición de lesiones características en la piel que pueden limitarse a la cara externa de los muslos y al dorso, o estar diseminadas por todo el cuerpo. Son redondeadas o con forma de poliedro (llamadas lesión «en diamante»), abultadas, de color rojo intenso, que pueden terminar ulcerándose. La forma subaguda es muy parecida, también es septicémica, pero menos grave. La temperatura corporal puede ser normal o la fiebre será menos intensa, el apetito puede estar reducido o ser normal. De hecho, muchos brotes pueden incluso pasar desapercibidos porque los síntomas y las lesiones son leves. Por último, la forma crónica se caracteriza sobre todo por signos de artritis y a veces afectación de las válvulas cardiacas e insuficiencia cardiaca. En las cerdas reproductoras se pueden producir abortos, descarga vulvar y reducción del tamaño de las camadas y del número de lechones nacidos vivos. La forma crónica también contribuye a una menor tasa de conversión de los cerdos en cebo.

El tratamiento más habitual es emplear antibióticos beta lactámicos preferentemente, a los que los cerdos suelen responder bien, aunque se pueden utilizar también otras familias de antimicrobianos registrados para el tratamiento de mal rojo, previa realización de cultivos y antibiogramas.

Prevención y control del mal rojo

Dado que los cerdos infectados, ya sean portadores asintomáticos o estén enfermos de mal rojo, excretan las bacterias al medio ambiente y suponen un riesgo de infección para otros cerdos, es muy importante adoptar medidas estrictas de limpieza y desinfección de las instalaciones (suelos y paredes de las naves, comederos y bebederos, eliminación constante de purines). Siempre que sea posible, se aconseja adoptar medidas de higiene tipo «todo dentro/todo fuera» al hacer cambios de lotes de animales en las naves para evitar la transmisión de la bacteria si está presente en la explotación.

Los roedores también pueden ser una fuente de infección y se han descrito brotes a partir de la introducción de productos derivados del cerdo en las explotaciones, por lo que resulta fundamental aplicar medidas estrictas de control de roedores y de bioseguridad.

Dada la ubicuidad de Erysipelothrix rhusiopathiae y su presencia en los cerdos portadores, en muchas ocasiones es muy complicada su erradicación en las explotaciones, por lo que una buena medida para controlar los brotes es establecer programas de vacunación. En Europa se recomiendan programas rutinarios de vacunación cada 4-6 meses dependiendo de la edad o grupo a vacunar.

Iberitex es una vacuna que contiene la cepa inactivada 35424 del serotipo 2 de Erysipelothrix rhusiopathiae y está indicada para la inmunización de los cerdos y así prevenir las infecciones por mal rojo. Se recomienda la primovacunación a partir de las 4 semanas de edad, administrando 2 dosis separadas entre 4 y 6 semanas. En la revacunación se recomienda una dosis cada 6 meses para los verracos, y una dosis a mitad del periodo de lactación (de 10 a 15 días tras el parto) para las cerdas. En el cerdo ibérico, en los primales (a partir de los 5 meses de edad y/o 58 kg de peso) esta pauta se aplicará al comienzo del otoño, antes de salir a la montanera. En los cerdos de producción puede ser suficiente una única dosis para protegerlos toda su vida productiva, requiriéndose una segunda dosis solo en casos de elevado riesgo de infección.